Sin pensar en recompensas, sin llevar la cuenta.
Simplemente porque algo nos invita a compartir, a acompañar, a estar.
A veces damos porque sí,
y lo bonito es que, cuando das así, no cambia el mundo… cambias tú.
Y en ese gesto, pequeño o grande,
recordamos que seguimos siendo humanos.
Que todavía sabemos abrir la mano, el tiempo, el corazón…
sin motivo y sin cálculo.
Quien da siempre gana.
Si la cabeza te dice una cosa.




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